martes, 30 de diciembre de 2014

Calles de Madrid

¿Sabes? Aquel día me hiciste feliz. Muy feliz.
Al principio no distinguía los sentimientos y el nerviosismo me recorría el cuerpo como si tuviese diez años. En el teatro rogaba que deslizases tu mano sobre la mía. Te buscaba, pero tenía miedo de dar un paso en falso y estropearlo. Tú lo veías demasiado claro; para mí todo estaba oscuro. Tal vez, el haber estado tanto tiempo sin compañía me hacía dudar de lo que sentías o querías. 

Contaba los segundos que quedaban para que saliésemos de allí. La obra duplicaba su duración y yo me estremecía cada vez más. Cuando todo acabó y sugeriste que otro día podríamos repetir, me sentí viva. 

Salimos entre risas y críticas ajenas. - ¿Qué hacemos? - pregunté. - ¿Nos perdemos por Madrid?
Ninguno tenía tiempo pero quisimos consumirlo hasta el último aliento. Los instantes se tornaron horas y, como si estuviese visitando la ciudad por primera vez, me dediqué a observar los edificios muy detenidamente. Pequeñas manías que permanecen durante años.

Delicados acercamientos aumentaban el miedo a empezar algo nuevo. Disfrutábamos la noche y, seguramente, tú te sumías en una gran desesperación mientras yo trataba de luchar contra los temores y la inseguridad. ' Sólo somos amigos...' - Pensaba.
Tras dos horas resumidas en suspiros, nos despedimos. Prolongamos el adiós hasta que tímidamente, sin saber si era lo correcto, nos fuimos acercando. Un beso.

- Podríamos quedarnos media hora más... - Susurramos.
Y subimos. Recorrimos las calles y nos ocultamos en un pequeño callejón.
- ¿Sabes? En la primera clase de música me fijé en ti.








"Eso sólo te lo dijo porque estabais juntos. Yo también inventaría frases para halagar a alguien. ¿Se puede saber qué te ha demostrado? No os iréis de viaje, no volveréis al teatro ni se acordará de las promesas. Él es así."



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